Fuente: Redagrícola
Por: Claudia Bonomelli, Pilar M. Gil y Carolina Alcalde E., Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Agronomía e Ing. Forestal.
La nutrición de las plantas se refiere al suministro, absorción, transporte, distribución y utilización de los elementos esenciales (nutrientes) que requieren para su normal crecimiento y desarrollo, hasta cumplir su ciclo de vida.
Cuando se maneja la nutrición de los huertos, a veces se evalúa solo el suministro de nutrientes y se olvida que la nutrición no se basa solamente en aplicar fertilizantes o enmiendas, sino que también en evaluar otros problemas que en muchas ocasiones se manifiestan como síntomas o deficiencias nutricionales. Cuando existe déficit de nutrientes en las plantas, no necesariamente la solución pasa por realizar aplicaciones de fertilizantes, sino -por ejemplo-, en mejorar la absorción. En este sentido, existen casos en que el suministro de nutrientes del suelo es el recomendable, sin embargo, la nutrición no es adecuada porque las raíces se encuentran en una condición física o química no óptima. Un ejemplo de lo anterior puede ser una baja profundidad efectiva del suelo del huerto, que impide un crecimiento de raíces funcionales, o un pH muy ácido o muy alcalino, elementos que se encuentran en niveles tóxicos o cualquier factor que impida que el sistema radical se desarrolle y cumpla su función de absorción de manera adecuada.
También existen problemas fitosanitarios que afectan el crecimiento de raíces nuevas, lo que disminuye de manera importante la eficiencia de absorción de nutrientes. Este es el caso, por ejemplo, de raíces afectadas por plagas o enfermedades que afectan su funcionalidad.
Otro factor a considerar es la condición de humedad del suelo, ya que uno de los factores más determinantes en el deterioro de las raíces es la anoxia, debido a que si estas no pueden respirar, no cuentan con la energía necesaria para su crecimiento y desarrollo. Por otra parte, si la humedad del suelo no es suficiente, la absorción se afecta directamente, ya que el agua es el vehículo por el cual los nutrientes llegan a la planta.
Considerando los factores mencionados se podrá realizar en un huerto un primer diagnóstico, que permita descartar que una anormalidad o síntoma del huerto se trate de un problema nutricional o que corresponda a otro factor, el cual antes de cualquier aplicación debiera ser abordado.
En el caso que haya suministro y absorción adecuada de nutrientes, puede existir un problema de transporte o distribución de los elementos en el árbol, lo que está dado por la transpiración de las plantas y la movilidad de los nutrientes. En este punto se debe mencionar que desbalances en el crecimiento también pueden provocar una distribución inadecuada de nutrientes a ciertos tejidos del árbol, tales como los frutos. Un ejemplo de lo anterior pueden ser aplicaciones excesivas de nitrógeno, que aumenten de manera desproporcionada el vigor del árbol, produciéndose un desbalance entre la parte vegetativa y reproductiva del árbol.
DESÓRDENES FISIOLÓGICOS EN LOS FRUTOS
Los desórdenes fisiológicos en los frutos son alteraciones que reducen sustancialmente el porcentaje de fruta exportable, cuyo origen no se relaciona con aspectos fitosanitarios, sino que con condiciones agroecológicas, intrínsecas o tecnológicas. El conocimiento de los factores que propician la aparición de estos desórdenes, tanto en campo como en postcosecha, se ha hecho relevante al momento de manejar un huerto. Muchos factores se han relacionado con la incidencia de estas alteraciones, como es la ubicación del fruto en el árbol, que determina sombreamiento o luminosidad y con ello distribución de nutrientes, carga frutal, manejo del riego, la nutrición, fecha de cosecha (intensificándose al ser más tardía), variedad y clima.
Los aspectos nutricionales asociados a los desórdenes fisiológicos, habitualmente se ligan al nutriente calcio (Ca). A nivel celular la lamela media está compuesta principalmente de sales cálcicas de ácidos pécticos, las que cumplen una función fundamental en la unión de paredes celulares, por lo que el Ca parece ser el principal elemento vinculado en la aparición de desórdenes fisiológicos. También se han detectado diferencias de Ca relacionado con la exposición del fruto, donde sectores sombreados presentan niveles significativamente más bajos de este elemento, presentando mayor frecuencia de desórdenes.
Figura 1. Concentración de Ca en cáscara y mariposa de frutas con y sin el síntoma.
Figura 2. Concentración de Ca en tejidos de la nuez, brotes y hojas con y sin daño.
Se ha encontrado también, que los desórdenes fisiológicos en la fruta estarían asociados a los niveles de Nitrógeno (N), Magnesio (Mg), y Potasio (K). Incrementos excesivos en los niveles de N se han correlacionado significativamente con la incidencia de estas alteraciones en la fruta, mientras que desbalances de K, Mg respecto del Ca, también se han relacionado con la incidencia de desórdenes.
En parte, esto se explica porque los cationes compiten en la absorción por las raíces y adicionalmente, existen diferencias entre nutrientes en la distribución y movilidad hacia los distintos tejidos y órganos de la planta. Aquellos nutrientes de menor movilidad por floema, como el calcio, dependen en gran medida de la transpiración de la planta y frente a desbalances vegetativos, la fruta será más afectada en su nutrición cálcica. Muchos estudios han demostrado que ciertas relaciones entre nutrientes están asociadas con la calidad de la fruta y el desarrollo de trastornos, particularmente relacionados a desbalances de Ca.
Respecto del balance entre nutrientes en la planta y la aparición de desórdenes fisiológicos en la fruta, se han encontrado relaciones tales como N/Ca; N/K; N/(Ca+Mg); K/Ca y K/Mg que son mayores en los frutos con problemas respecto de aquellos sanos, desbalances que terminan en anomalías o desórdenes fisiológicos. En algunos casos también existen desbalances con los micronutrientes, por ejemplo con el Zn, lo que también puede llegar a causar alguna anomalía o desorden.
NOGALES CV. CHANDLER – UN CASO DE ESTUDIO
Desde hace ya cerca de 5 temporadas se ha detectado en huertos de la Región de Valparaíso un particular síntoma de desorden fisiológico en la nuez del cv. Chandler. Se trata de una anormalidad en su cáscara que disminuye su valor comercial, la que por sus características ha sido bautizada por productores y las investigadoras como ‘osteoporosis del fruto del nogal’, esta se caracteriza por la existencia de orificios, falta de estructura o tejido blando en lo que corresponde al endocarpo leñoso. Este desorden disminuye el peso de la cáscara en alrededor de un 40%, viéndose un tejido de mayor porosidad (Fotos). También se ha observado, que en frutos que manifiestan este desorden existe una disminución en el peso del pelón y de la mariposa.
Las profesoras Pilar Gil y Claudia Bonomelli, del Departamento de Fruticultura y Enología de la Universidad Católica, realizaron una prospección en huertos de nogales cv. Chandler, que presentaban este desorden en su fruta. En el primer año de estudio se escogieron los árboles más afectados por esta anormalidad y se recolectaron las nueces con este síntoma, lo mismo con árboles y nueces sanas.
La fruta se llevó al laboratorio de suelo y foliar de la Facultad de Agronomía e Ing. Forestal de la Universidad Católica “Agroanálisis”, de modo de separar la cáscara de la semilla (Mariposa) y someterla a análisis de composición química de estos tejidos.
Los resultados del primer año de prospección indicaron diferencias significativas en una menor concentración de calcio en las cáscaras de nueces con el síntoma y también en la semilla (mariposa), siendo ésta última de menor magnitud (fig. 1).
Adicionalmente, se obtuvo que la concentración de Nitrógeno (N) de las cáscaras afectadas era significativamente mayor que aquellas que no presentaban el daño. Por otra parte, la relación entre la concentración entre N/Ca era muy superior en las cáscaras con síntomas, al igual que la relación entre la concentración de K/Ca. Por último, la concentración del micronutriente Zn también se presentó superior en las cáscaras con daño (fig. 2).
Dado los resultados obtenidos se realizó una segunda prospección la temporada siguiente (año 2). En esta oportunidad se recolectaron las frutas al igual que el año 1, aumentando la muestra de los tejidos a medir, recolectando también el pelón, brotes y hojas provenientes de frutas con y sin síntomas. Adicionalmente, se tomó muestra de suelo, por separado, de los árboles. El muestreo se realizó en la época de cosecha de nuez Chandler.
Los resultados que se obtuvieron en el año 2 coinciden en las concentraciones menores de calcio en aquellas frutas con el síntoma, al igual que el año 1, detectando el mismo comportamiento en los otros tejidos, pelón, brotes y hojas, presentando el pelón la mayor diferencia (fig. 2).
Por otra parte, la concentración de N de la cáscara fue superior en la fruta afectada, llegando a una concentración muy similar los dos años, en la nuez con síntoma (fig. 3). La relación entre la concentración de N y Ca del tejido de la cáscara fue también consistente entre los dos años (fig. 3). Así mismo, la relación entre el potasio (K) y el calcio en la fruta fue superior en aquellas cáscaras de nueces con el síntoma (fig. 3). Por último, existió consistencia entre los años de medición, aunque en menor magnitud en el año 2 respecto de la mayor concentración de Zn en las cáscaras en la fruta con síntoma (fig. 3).
EL PELÓN ES EL INDICADOR MÁS SIGNIFICATIVO
Entre los tejidos estudiados, el pelón resultó ser un mejor indicador, obteniéndose una diferencia mayor en las concentraciones de nutrientes, entre la fruta afectada respecto de la sana. Así, las diferencias entre las concentraciones de N/Ca y K/Ca fueron en el pelón significativas (fig. 4), indicando más claramente las diferencias entre la fruta con daño de aquella sana.
La concentración del nutriente potasio resultó en muchos casos relevante en la manifestación de la anomalía del fruto. Su relación con los cationes con los cuales puede tener antagonismo en la absorción, Ca y Mg, resultaron ser un indicador que puede mostrar desbalances que afectan la calidad de la fruta. En la fig. 5 se muestra la relación de la concentración de K/Mg en los distintos tejidos, siendo el pelón el que manifiesta diferencias significativas.
Como se mencionó anteriormente, el pelón fue un buen indicador de algunas concentraciones que expresaban la diferencia de la fruta dañada de la sana. El micronutriente Zn tanto en la primera como en la segunda temporada mostró que, con concentraciones altas, se manifestaba el desorden. Dados estos resultados, también se midió en el suelo su disponibilidad y su relación con otro micronutriente metálico como el Mn (fig. 6).
Adicionalmente, la relación de disponibilidad del K/Ca en el suelo, también fue mayor en los casos en que se manifestaba el daño, al igual que esta relación de concentración en la cáscara y en el pelón.
NO SOBRE FERTILIZAR LOS HUERTOS
En Nogales cv. Chandler se detectó un síntoma en la cáscara de las nueces, el cual afecta su calidad comercial. Se realizó un estudio en dos temporadas en las cuales se hizo una prospección de fruta dañada y fruta sana, analizando las concentraciones de nutrientes en cada uno de los tejidos del fruto, brotes y hojas, incluyendo el suelo.
En los distintos tejidos se obtuvo que las nueces con daño presentaban menor concentración de Ca, mayor concentración de N y Zn. Las relaciones entre las concentraciones de N/Ca, K/Ca y K/Mg fueron siempre mayores en la fruta con el desorden o daño y el pelón resultó ser un buen indicador. También, se detectaron desbalances en la disponibilidad de nutrientes en el suelo, en el caso de K/Ca y Zn/Mn.
Este desorden se debe seguir estudiando, tomando en cuenta otros factores de producción; sin embargo, se puede aventurar que desbalances nutricionales, relacionados con excesos, podrían influir en la aparición del problema. Esto es interesante y pone énfasis respecto a tomar en cuenta los aspectos básicos en un programa de nutrición, tales como el estado de las raíces, el manejo de riego y el suministro de nutrientes entregado por el suelo, con el fin de no sobre fertilizar los huertos.